Las vanguardias literarias de principios del siglo XX supusieron para la lírica una bocanada de aire fresco. Especial aportación tuvieron el Surrealismo de André Bretón y Louis Aragón o el Creacionismo de Vicente Huidobro y Gerardo Diego. Es verdad que, en su nombre, también se cometieron no pocas excentricidades pero, en cualquier caso, lo que queda de aquéllas –además de la importancia del subconsciente– es una concepción de la poesía más abierta y permisiva con las aportaciones originales.
Sin duda muy influido por estos movimientos, inició su andadura lírica el chileno Nicanor Parra (San Fabián, 1914), reciente Premio Cervantes y considerado un auténtico innovador de la poesía hispanoamericana. De familia humilde, estudió con becas formándose en Matemáticas y Física, su otra profesión, que enseñaría en la Universidad de Chile durante años, exceptuando un periodo en el que completó su formación en Estados Unidos e Inglaterra.
Si algo caracteriza la obra de Parra es la creación de la «antipoesía», una suerte de nueva vanguardia cuyo eje fundamental es la introducción de lo cotidiano y del lenguaje coloquial en la lírica y cuyos rasgos se condensan en su poema ‘Manifiesto’ y se sintetizan en el verso «los poetas bajaron del Olimpo». En esta composición, Parra compara al poeta con un albañil que construye su muro, es decir, un trabajador como los demás, completamente alejado de las concepciones metafísicas o intelectuales de la lírica. Es ésta la única forma de llegar al común de las personas, deseo principal del autor chileno.
Por su parte, el poema ‘Cambio de nombre’ viene a ser un complemento del anterior, en tanto Parra, en él, reclama el derecho del poeta a cambiar el nombre de las cosas a su gusto, de una forma completamente arbitraria, pues «todo poeta que se estime a sí mismo debe tener su propio diccionario». Lo que subyace bajo esta exigencia es, ni más ni menos, que la reivindicación del autor lírico como nombrador de cosas, como aquél que tiene la cualidad de reinventar sus nombres bautizándolas de un modo más original.
En consecuencia, la aportación de Nicanor Parra a la lírica es enorme. Su consciente desacralización del arte poético, con su introducción de un lenguaje intencionadamente coloquial y de la crítica corrosiva, ha abierto nuevos caminos, al ayudar a eliminar la concepción del poeta como una suerte de ser superior, de demiurgo que crea en estado de trance. Puede decirse que, tras la obra del autor chileno, todos podemos ser poetas.
Podéis leer el poema aquí.
Fuente: Universidad del Bío-Bío.
Foto: P_R_.